Yira Isabel Miranda Montero
Profesional en Trabajo Social
Corporación Descontamina
yira.miranda@descontamina.org
Twitter: @YiraMirandaM
“El proceso de individualización se resume en el lema “Necesito más espacio” traducido como exigencia para evitar la cercanía y la interferencia de los demás. No necesariamente “inmoral” en su intención, el proceso de individualización lleva a un estado que no necesita de la evaluación y la regulación de la moral, tampoco deja lugar para ello”[1]
Hemos llegado a creer que volviéndonos ‘islas’ estaremos mejor; que si nos desinteresamos por lo que sucede fuera de ese lugar, nuestra vida será más placentera. O lo que es peor, si sólo nos centramos en el bienestar propio y nunca en el bienestar de los demás seremos exitosos o viviremos tranquilos. Esa es la ‘insensibilidad moral’ de la que hablan Bauman y Donskis en su libro Ceguera Moral.
Muy inteligentes al ver esto, tratar de explicarlo y además proponer una salida. Sin embargo, muy astuto se cree el ser humano para “inutilizar las interacciones humanas como factores de autodefensa comunitaria, que sólo las ha convertido en algo superfluo, frágil y quebradizo”. Los amores como la amistad pierden valor en el momento en que se satisfacen las necesidades de una de las partes. Las relaciones con otras personas se convierten rápidamente en inservibles al igual que las mercancías en esta cultura de consumo. Todo para conseguir una mercancía nueva que ofrezca algo mejor porque el consumidor está ávido de experiencias nuevas. Descartar y sustituir, escribió Bauman.
Debo decir que me he sentido tan culpable en estos días porque no he querido asomarme al mundo para saber qué pasa en él; el espacio en el que vivo me ha exigido tanto tiempo y amor que no me sentí capaz de recibir el “diluvio de información” en esta “tiranía del momento” (conceptos encontrados en el libro) que abruman la vida de quienes aún intentamos autoconocernos con la participación de las personas que amamos, pues sin amor y sin seres amados sólo descubriríamos en nosotros, monstruos de la razón[2].
No, esta participación y amor no son cuestión de dependencia ni sumisión. No, no es un atentado contra la libertad porque ese discurso también ha sido interpretado de manera tan retorcida que sólo nos ha llevado a tenerle miedo a relacionarnos, pero también a la soledad porque no tenemos las habilidades para saber estar solos, y por ello somos tan viciosos con espacios como los virtuales por ejemplo, donde
[…] puedes añadir amigos y borrarlos, controlas a la gente con la que te relacionas. La gente se siente un poco mejor porque la soledad es la gran amenaza en estos tiempos de individualización (Paradójicamente). Todo es tan fácil que no necesitas habilidades sociales. Estas las desarrollas cuando estás en la calle, o te encuentras con gente con la que tienes que tener una interacción directa. Ahí tienes que enfrentarte a las dificultades, involucrarte en un diálogo. El diálogo real no es hablar con gente que piensa lo mismo que tú. Las redes sociales no enseñan a dialogar porque es tan fácil evitar la controversia… Mucha gente usa las redes sociales no para unir, no para ampliar sus horizontes, sino al contrario, para encerrarse en lo que llamo zonas de confort, donde el único sonido que oyen es el eco de su voz, donde lo único que ven son los reflejos de su propia cara. Las redes son muy útiles, dan servicios muy placenteros, pero son una trampa[3]
Son una trampa. Caímos en la trampa aquí, Colombia demostró el poder de unas redes sociales empleadas por y para la insensibilidad de un país, al negarse la posibilidad de un cambio; al negarle a tantos que sufrieron y sufren la guerra y la incertidumbre que ella genera, una forma diferente de transformar sus conflictos. Sin embargo, poco a poco se ha ido avanzando. No por empatía con el dolor de los demás. Enfatizo.
Sí, una trampa que nos ha facilitado romper relaciones, dañar a las personas con una frialdad que aterra. Parece tonto, porque así de insensible nos hemos vuelto, porque así de egoístas elegimos ser. Lo sé, no es un problema sólo de esta generación. Es la continuación de la violencia histórica que vivimos; del terror que sentimos al salir a la calle; de la muerte que nos encuentra en casa porque son nuestras parejas las que nos asesinan.
La soledad, el olvido, la incomprensión del propio cuerpo, la represión sobre los otros, son las causas y consecuencias en un círculo vicioso que nos lleva a suprimir nuestra sensibilidad y la capacidad de reaccionar ante la crueldad. Seguimos cometiendo pequeños actos sádicos y masoquistas que dan cuenta del poco cuidado que tenemos con nosotros mismos y por eso perdimos la capacidad de cuidar a los demás desde el amor. El que cuida, no el que muestran en las noticias con tanto amarillismo que normaliza la violencia.
Nos han hecho creer que el egoísmo, la individualización y el hazlo tú mismo nos harán parte de la cultura consumista del placer y eso es lo que importa. A eso se reduce todo. A eliminar los vínculos que nos unen con las personas porque las pensamos como objetos. Empero, esos vínculos podrían salvarnos de la autodestrucción. Nos han colonizado hasta las maneras de sentir. Ya es hora de reflexionar al respecto y dialogar para descubrirnos y reconocernos como seres humanos que necesitan de otras personas como sujetos para cambiar el desastre que ya vivimos y lo que nos espera, sí continuamos así…
No veo a Bauman como a uno de los pensadores más importantes del siglo XX y la actualidad. Aunque lo fue y a pesar de su muerte, su aporte trascenderá porque escribió relatos sobre los márgenes del mundo. Entre todo esto, desde sus libros lo veo como a un abuelo que me aconsejó sobre la vida de la manera más contundente, sincera y esperanzadora posible.
[1] Bauman, Z. & Donskis, L. (2015). Ceguera Moral: La pérdida de sensibilidad en la modernidad liquida. Barcelona, España: Paidos.
[2] Donskis, p, 266.
[3] Entrevista de Ricardo de Querol a Zygmunt Bauman publicada el 9 de enero de 2016. El País. http://cultura.elpais.com/cultura/2015/12/30/babelia/1451504427_675885.html
*Las posiciones son de las y los columnistas y no representan necesariamente las posturas de la Corporación Descontamina.
**Fotografía: Eloy Alonso para elpais.com